miércoles, 31 de agosto de 2011

El futbolín de Neruda



"... entró al local dispuesto a convertir en vino la propina del poeta, cuando lo invadió una embriaguez mas cabal que la que ningún mosto le había provocado en su breve vida: jugando con los oxidados muñecos azules, se encontraba la muchacha mas hermosa que recordara haber visto, incluidas actrices, acomodadoras de cine, peluqueras, colegialas, turistas y vendedoras de discos. Aunque su ansiedad por las chicas equivalía casi a su timidez -situación que lo cocinaba en frustraciones- esta vez avanzo hasta la mesa de taca-taca con la osadía de la inconsciencia. Se detuvo detrás del arquero rojo, disimulo con perfecta ineficiencia su fascinación acompañando con ojos saltarines los vaivenes de la pelota, y cuando la chica hizo tronar el metal de la valla con un gol, levantó la vista hacia ella con la sonrisa mas seductora que pudo improvisar. Ella respondió a tal cordialidad con un gesto conminándolo a que se hiciera cargo de la delantera del equipo rival. Mario casi no había advertido que la muchacha jugaba contra una amiga, y solo se dio cuenta cuando la golpeó con la cadera desplazándola hacia la defensa. Pocas veces en su vida había notado que tenia un corazón tan violento. La sangre le bombeaba con tal vigor, que se paso la mano por el pecho tratando de apaciguarlo. Entonces ella golpeó el blanco balón en el canto de la mesa, hizo el gesto de llevarlo hasta el otrora circulo central, desteñido por las décadas, y, cuando Mario se dispuso a maniobrar sus barras para impresionarla con la destreza de sus muñecas, la muchacha levanto la pelota y se la puso entre medio de unos dientes que brillaron en ese humilde patio, sugiriéndole una lluvia de plata. Enseguida adelantó su torso ceñido en una blusa dos números mas pequeños de lo que exigían sus persuasivos senos, y lo invitó a que cogiera el balón de su boca. Indeciso entre la humillación y la hipnosis, el cartero alzo vacilante la mano derecha, y, cuando sus dedos estuvieron a punto de tocar el balón, la chica se apartó y la sonrisa irónica dejo su brazo suspendido en el aire, como en un ridículo brindis para festejar sin vaso y sin champagne un amor que jamas se concretaría. Luego balanceó su cuerpo camino al bar, y sus piernas parecieron ir bailando al compás de una música mas sinuosa que la ofrecida por Los Ramblers. Mario no tuvo necesidad de un espejo para adivinar que su rostro estaría rojo y húmedo. La otra muchacha se ubicó en el puesto abandonado y, con un severo golpe del balón sobre el marco, quiso despertarlo de su trance. Mustio, el cartero alzó la vista desde la pelota hasta los ojos de su nuevo rival, y, aunque se había definido frente al océano Pacifico como inepto para comparaciones y metáforas, se dijo con rabia que el juego propuesto por esa pálida pueblerina sería a) más fome que bailar con la hermana, b) más aburrido que domingo sin fútbol y c) tan entretenido como carrera de caracoles.

Sin dedicarle ni una pestañeada de despedida, siguió el rumbo de su adorada hacia el mesón del bar, se derrumbó sobre una silla como en una butaca de cine y durante largos minutos la contemplé extasiado, mientras la chica echaba su aliento en las rústicas copas y luego las frotaba con trapo bordado de copihues, hasta dejarlas impecables."

Fragmento extraído de Ardiente Paciencia, o como el Pueblo ha acabado por denominar a la novela: "El Cartero de Neruda" o "El cartero (y Pablo Neruda)", de Antonio Skármeta. Una razón más para jugar al Futbolín, si es que necesitase alguna más.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿"a acabado" o, mejor, "ha acabado"?
siento informarte de que el pretérito perfecto se escribe con hache. Se aprende en EGB.

Otto el pilotto dijo...

Gracias!! Ya lo corrijo. Ya buscaré a mis profesores de Lengua de la EGB para echarles la bronca por aprobarme.