martes, 12 de febrero de 2013

Let me sleep

I had to do this story for my English class homeworks, but I think it’s good enough to publish it here. I wish you enjoy it!!


When she saw the car parked outside her house, her heart started beating faster... she had just recognised it.
It was quite long since the last time she had seen that bodywork, and it was so bright and red as it had been then , five years ago. The car’s owner must be around, perhaps even at her house.

She started to feel how the flames of memories, both good and sad, which were linked with that car, revived. The first kiss. the last one. some trips, like when they visited the Grand Canyon, or the other when she said to him she had never seen the sea, and then he started the engine and just drove her to the ocean’s shore at that moment, going through the Rocky Mountains, as darkness fell. But she also remembered the most bitter memory, when he took her to their favorite place in town, a lonely clearing in the pine wood, where they had spent lot of time together the summer before. They had a picnic, but when they ended, he stared into her eyes and said those painful words: “i’m gonna join the army” He also said he had done it because that was the only way to manage to go to university, with the money he would earn in the army, because that was the only way to run away from town. And that wasn’t all. He also said he couldn’t ask her to wait for his return. But she never truly accepted that in her heart. She really tried to find someone else, but never achieved that. She still kept loving him, from the distance. and now, he has came back.

she went towards the front door, around the car. And now, she would cross the doorway, she would look for him, she would look into his amber-colored eyes, his strong profile, and his thick lips, and finally she would kiss them. she went inside and passed through the corridor to the living-room, and there he was.

He was pretty changed. Too much. He didn’t look like him. That was because it was not him but his brother, who was a few years younger and looked very much like him. He began to say: “Hello, darling, I have to speak with you. You’d better sit down...” but she didn’t need to hear more words. His sad, wed eyes were already speaking by themselves.





OK, I confess: I’m afraid I was quite inspired by the video clip “Wake me up when September ends” by Green Day, which I saw  few moments before I started to write the story... If perhaps you are interested in it... http://www.youtube.com/watch?v=NU9JoFKlaZ0

domingo, 29 de enero de 2012

I am Legend




Nowadays the Zombie genre has revived because some quality products have succeeded about this topic. But it was necessary that years ago somebody put the first stone for the success of these stories. It was in the 50’s when one of the first Zombie tales was published. It’s called “I am Legend” and it was written by Richard Matherson. This novel tells about one man named Robert Neville who is the last man alive on Earth. It describes his daily routine in L.A. after an apocalyptic plague. This happens because there is an illness which makes humans become a kind of Zombie - Vampire after death. All of that can sound like Serial B stories, but the main feature of the story is how Robert fights against the loneliness, the very hard truth of being the last man on Earth, or even having to burn his child’s corpse or re-killing his dead wife relived after her burial. It´s shocking how the book goes deep into the main character’s skin and his different phases to face the dreadful circumstances: first alcoholism and defeat feelings, until the moment he fights against the living dead -among them, his own neighbour, who calls him “Neville, come on” night after night- or when he begins to investigate the illness and its cure. This is the first part of the story. The second one tells how he finds another person alive and how they begin to trust each other and tell their different stories. About the end, everything turns awful and unpleasant things happen. The last chapter explains the title of the book “I’m Legend” (which is different from the last film adaptation, it has -in my opinion- a better and bitter end). So if somebody wants to read this novel, he will need to know it is mostly about loneliness and desperation, and not about bloodsuckers or living dead.

jueves, 22 de diciembre de 2011

el Mar

Siempre quise vivir al lado del Mar,
quizás no para tener la playa en Verano,
sino las olas del Invierno.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Lágrimas

Querida, no llores. Miento: si tienes ganas de llorar, llora. Hazlo discretamente o mejor con gente de mucha confianza, claro, q sino te vas a sentir incómoda. Mejor no te dejes el llanto dentro. Las lágrimas son puras cuando nacen en el pecho, pero si te las dejas dentro se corrompen y te necrosan el alma, y si las dejas salir para entonces ya no son de tristeza, sino de rabia, y aunq las dos son saladas las primeras sabe amarga y las segundas agrias . Así q para la próxima vez déjalas salir cuanto antes. De momento, y ya q ahora estoy lejos de ti, te aconsejo q busques a alguien q te abrace. Pero tiene q ser un abrazo fraternal, nada sentimental. Y que os lo toméis en serio, q te abracen como si te fueses a caer al vacío si no te lo dan, y que tú te agarres como si así fuera a suceder.


Mi gratitud a cierta ranita de la Pampa, causa de las anteriores palabras.

lunes, 24 de octubre de 2011

Death of the Summer


And then, tired for the walk, we sat down in that strange place and, slowly, We could see how the summer died between our arms, in its last afternoon.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Cualquier tiempo presente es mejor


“La diferencia entre los Héroes y los Traidores es si tu bando es el que acaba victorioso o derrotado. En este caso, el mío es el derrotado” en estos lúgubres pensamientos voy inmerso, a ver si así olvido los males que me aquejan. El dolor de los pies marcado por la larga caminata, el frío y la humedad introduciéndose hasta mis huesos, el hambre, la tristeza y el pesimismo. Es entonces cuando oigo unas palabras dirigidas a mi, aunque sin llegar a reparar en ellas. Ante la insistencia, finalmente me doy cuenta que es a mi a quien están hablando y mi me vuelvo en esa dirección. Entre las tinieblas que envuelve la procesión de prisioneros a la que pertenezco distingo unos ojos brillantes que me observan desde una cara demacrada. Unos ojos y una cara que me son vagamente familiares pero que en ese momento no ubico. El rostro es el de una mujer que como yo, ronda la cuarentena. Viste uniforme masculino de infantería y botas militares. El peinado es corto y desordenado, posiblemente cortado a tijeretazos. En el frente es mejor no destacar, y una mujer lo hace demasiado, a menos que lo disimule vestida de soldado. “Perdona, que decías?” la pregunto. Ella me responde “yo a ti te conozco”. “Tú también me suenas”. “Creo que tú eres el que una vez fue el novio de mi hermana”. “Creo que sí. Te llamabas Maribel, verdad??”. “Sí”. “Eso fue como... hace 7 u 8 años verdad??” “Pues sí, por ahí”. “Oh... y qué fue de tu hermana??” “Huyó. A tiempo”. “Vaya, me alegro. Y lo siento por ti, claro”. “Ya...” Seguimos los dos juntos, silenciosos, al mismo paso, entremezclado en la columna de prisioneros que arrastran los pies hacia un destino que por conocido, no deja de ser menos horrible. Al cabo de un rato, pregunta “Puedo quedarme contigo?? Estoy sola y estoy aterrorizada”. “Te iba a pedir lo mismo”.


Seguimos avanzando en silencio. La noche es terriblemente húmeda y silenciosa, helada. Casi no se oye nada, excepto algún murmullo aquí, un sollozo ahogado. Los pasos arrastrados de nuestros compañeros de penurias y las botas de los soldados que nos custodian. Poco a poco me van asaltando los recuerdos de aquella época. Demasiados buenos momentos para esta situación, que ahora más parece una novela que hubiera leído e imaginado en vez de algo que hubiera sucedido realmente. Al cabo de un rato de silencio entre mi desgraciada compañera de viaje y yo, empezamos a hablar de lo que tenemos en común, su hermana, y después también de lo que fue de nosotros desde entonces. El sol, la felicidad, la complicidad, el futuro tan brillante con el que soñábamos. También de los momentos en los que coincidimos y compartimos juntos. Alguna comida en familia, bailes, las Navidades, cafés, la vez que quedamos para ir a comprar el regalo de cumpleaños de mi novia, su hermana. Y claro, finalmente tanto escarbar en el pasado, acabo por iluminar también la zona de sombra de aquella relación y el cómo y por qué acabó. Porque la razón por la que dejé a aquella muchacha es que empecé a enamorarme de ella, Maribel, su hermana. Metido en estas reflexiones dejo de hablar y recuerdo cómo nuestra relación de pareja al cabo de un tiempo se fue deteriorando. Ella no sabía qué me pasaba, no se lo explicaba. Asistía a mi lento alejamiento. Pero yo sí. Me fui separando de ella gradualmente, intentando evitar sin éxito unos sentimientos por su hermana que al principio yo negaba y después me poseían y finalmente me dominaban, así que un día me dí por vencido y la dejé. Atiné a excusarme con unas pobres mentiras habituales en estos casos y desaparecí de su vida. Tampoco me preocupé por si los sentimientos por Maribel eran recíprocos. No importaba. Aunque así fuera, jamás podríamos superar mi pasado con su hermana. En tal caso, yo no creo que pudiese volver a mirarla a la cara a mi ex pareja, y supongo que su hermana tampoco si algo sucedía entre ella y yo. Tampoco quería que peligrara el vinculo que había entre ellas. Y tomé la única solución que quedaba: huí.


Que duros e intensos fueron aquellos momentos, y qué poco importantes parecen ya a través del tiempo y la distancia, puesto que de otras vidas parecen que se trataban, y en cierta forma así era. Y ahora la vida con su crueldad habitual me presenta a aquella mujer causa de mis desvelos y a la vez verdugo de aquella relación y lo que entonces creía que era la felicidad. Y precisamente aquí y ahora, cuando parece que ya sólo me quedan unas horas de vida, entre este momento y el cadalso, cuando no queda ni tiempo ni medios ni fuerzas para poder rectificar nuestro terrible destino.

"Te amaba” Suelto de sopetón. “Eh??” “Que te amaba. Cuando salía con tu hermana. Me enamoré de ti.” “Oh” responde con toda la tristeza del mundo. “Es algo que nunca quise, y luché por evitarlo, con todas mis fuerzas. Pero no lo conseguí. Por eso realmente dejé a tu hermana y me largué”. “Claro, supongo que era lo correcto” “Tú no...??”. “No... Bueno, sí, también.”. “Vaya...”. “Te odié cuando desapareciste, pero creo que hiciste lo correcto. Hubiera sido un error, desde luego”. No hablamos más. Sólo le pasé el brazo por los hombros, ella el suyo por la cintura, y continuamos así el resto del camino a través de la noche, hasta que llegamos al final del recorrido.


Y el final no era otro que un complejo militar, la vía muerta donde íbamos a parar. Edificios cochambrosos convertidos en cárceles transitorias donde los presos pasaban unas horas o días antes de ser ejecutados miserablemente. Si los líderes del bando contrario no estuvieran todos locos, elegirían asesinar a los condenados más o menos cerca del lugar donde fueron capturados, lo cual supondría menos esfuerzos y recursos para sus tropas. Pero para ellos acabar con el enemigo no era suficiente. Deseaban dejar constancia de sus terribles crímenes, y para ello habían habilitado esta abominable fábrica de dolor y cadáveres que se levantaba ante nosotros como las puertas del averno. Hasta aquí llegaban los prisioneros por miles desde todas partes del territorio para encontrarse con la muerte.

El grupo al que pertenecemos finalmente llega a la entrada del recinto, donde nos paramos formando una desordenada fila a la entrada del mismo. Lentamente vamos moviéndonos hacia dentro, custodiados por los guardias a ambos lados. Tras unos minutos distingo qué es lo que sucede. Están dividiendo a los hombres y a las mujeres. A la izquierda ellas, a la derecha nosotros. Sé lo que está sucediendo, ya había oído hablar de ello. A las mujeres las separan para el uso y divertimento de los soldados, salvajes sin alma. Las que son más viejas tendrán hasta suerte, las utilizarán de sirvientas, aunque bajo una lluvia constante de amenazas, insultos, vejamientos y golpes. A las que su aspecto resulta mínimamente atractivo, las utilizarán de exclavas sexuales hasta que mueran por fatiga, desangradas o de pena y asco. Por otra parte a los hombres, que resultamos ser la mayoría, el destino será menos trágico y directo. Tras dejarnos un periodo indefinido de tiempo acinados en unos cuartuchos pútridos, nos ejecutarán sin más miramientos. No estoy triste, no estoy dolido, he tenido varios días para aceptar este final. Podría haber intentado huir, pero me habrían cazado, siempre lo hacen. Otros más fuertes y listos lo intentaron sin conseguirlo. Y el correctivo hubiera sido aún más duro. Habrían convertido lo que me queda de vida en un infierno. Sé de lo que hablo porque lo llevo viendo todos los días desde que emprendimos esta funesta marcha. Así mejor me dejan en paz para que vaya tragando mis miserias.

poco a poco nos acercamos a un par de soldados que buscan a las mujeres para que no se escape ninguna de su aciago destino. No parece que a ellos les haga mucha ilusión, quizás demasiados rostros han pasado ya por delante de ellos. Todavía tengo a Maribel asida por los hombros, y noto su temblor a través de los andrajos que nos cubren. “No dejes que me lleven”. “No lo haré” aunque no estoy para nada convencido de cómo lo voy a evitar. Pero las circunstancias se resuelven por si solas. Justo cuando vamos a llegar a los soldados, una hombre intenta mantener a su mujer junto a él. Entonces forcejea con uno de los soldados, llevado por la desesperación se ha olvidado de la prudencia. El soldado en cuestión le noquea con la culata del fusil y da con sus huesos en el suelo. Pero eso no detiene al soldado, que le golpea repetidas veces de la misma forma en el suelo. Mientras, el otro se lleva a la mujer entre sollozos y lágrimas. Finalmente, el primero saca una pistola y le descerraja un tiro en el estómago. Todo el mundo sabe que eso es sinónimo de una muerte lenta y dolorosa, en la que los intestinos se desangran poco a poco durante horas, puede que incluso días. Pero mientras todo esto sucede nosotros dos nos escabullimos discretamente por la columna de los hombres, gracias en parte también al disfraz de hombre de mi compañera, debido al corte de pelo y el uniforme militar.

La columna de prisioneros continua entre los edificios de color ceniza de planta rectangular y tres o cuatro alturas, a los que ya apenas les queda algún vidrio resquebrajado en sus ventanas, todos tan parecidos, todos tan tétricos. De vez en cuando, sin saber bajo qué criterios, nos van dividiendo en pequeños grupos que van introduciendo en alguna de las casas, como corderos divididos en cercados. Finalmente tanto a Maribel como a mi y una docena de hombres que están a nuestra altura de la columna nos llevan dentro de uno cualquiera de esos edificios. Subimos un par de plantas, donde nos acinan en una habitación. La penumbra del amanecer se cuela por la ventana dejando ver un cuarto vacío, sucio, perfectamente rectangular. En las paredes no hay nada, sólo el hedor a sudor, tristeza, angustia y orines de los múltiples inquilinos que nos han precedido. Exhaustos, dolidos, aturdidos, el grupo de prisioneros nos repartimos por el espacio del que disponemos para finalmente deslizarnos hasta el suelo, yo con ella a mi lado.


Poco a poco se van sucediendo las horas. Las corrientes de viento atraviesan la estancia, incomodándonos. Aunque eso sólo es una parte de las innumerables molestias que nos impiden caer en un necesario sueño, puede que el último de nuestra existencia. Aunque a veces cabeceamos, la mayor parte permanecemos despiertos. En estos lapsos de consciencia, continuamos hablando. En uno de ellos me aventuro a comentar lo que me ronda la cabeza. “Oye, ¿por qué el maldito destino nos ha juntado en este miserable momento?” “¿Tú crees que es cosa del destino?” “La puta casualidad no creo que haya sido. Me parece imposible que haya sido cosa de la casualidad” Después de un rato de reflexión, tanto que creía que se había olvidado de la conversación, responde “Puede que tuviéramos que estar juntos, después de todo. Seguramente si hay algo que nos controle por encima de nuestro libre albedrío, ese algo nos permite que en nuestros últimos momentos nos podamos tener el uno al otro para hacer que todo esto sea más fácil” “Me gusta esa idea, me ayuda a creer que todo lo que me ha sucedido para llegar aquí no sea una equivocación, sino la consecución de nuestra forma de actuar”. Después de una pausa divago susurrándole mis pensamientos, sin atreverme a mirarla. “Imagínate que no hubiera salido huyendo, y que me hubiera enfrentado a mis sentimientos. Que les hubiera hecho frente y que lo que podría haber pasado entre nosotros hubiera sucedido realmente. Y que a pesar de todo el dolor que nos hubiera acontecido entonces, finalmente hubiera merecido la pena. Y ya puestos a imaginar, por qué no, siguiendo ese camino, hubiéramos conseguido salvarnos juntos de esta guerra, de este horror, de este miserable final y de la inevitable muerte que nos espera dentro de poco” Mientras hablo mis pensamientos se enredan con la imaginación que me presenta esa hipotética alternativa, provocándome lágrimas que se deslizan arrastrando la suciedad y el polvo que cubren mis mejillas. Pero también una ligera mueca. Lo que podría llegar a ser una sonrisa. Ella se abraza más fuerte contra mi. “Ojalá. Pero aquí estamos. O puede que realmente sucediera de otra forma, en otra realidad. En otro universo. Si es verdad eso de que cada decisión que tomamos implica otra realidad alternativa, puede que en otro universo nos salváramos, que fuéramos todo lo felices juntos que no fuimos en en éste separados, y que tuviéramos una vida juntos”. “Aunque claro, eso nunca lo sabremos.” “No, no lo podremos saber. Pero me consuela pensar que así es... Sí. En otro universo lo conseguimos. En este estamos jodidos, pero en otro somos felices.” “¿Sabes que el desearlo no lo hace realidad, no?” “Sí, pero el soñar que así es me hace sentirme viva aún en este momento, y eso no me lo puede quitar nadie”. “Sí, es verdad. Es mejor pensar que así fue y así será”. Después de ésto nos quedamos en silencio, pensativos. Yo intentando imaginar cómo sería si hubiéramos acabado juntos realmente. Quiero imaginar que ella también lo está imaginando. Y así, poco a poco conseguimos quedarnos traspuestos y que el sueño nos librara momentáneamente de nuestros males


Ya está anocheciendo cuando el chirrido metálico de los goznes de la puerta me saca del ligero sueño en el que me encontraba dormitando. Apoyada en mi costado se encuentra Maribel, que se vuelve y me mira con los ojos brillantes. Tristes, brillantes y hermosos, a pesar de todo. Creo que ha estado llorando. Me pregunto cómo todavía le quedan lágrimas. Quien entra a través de la puerta es un grupo de media docena de soldados que nos encañonan sin ningún miramiento. Así que nos ponemos en pie los que no lo estamos y recorremos el camino inverso hasta la puerta de la calle. Podríamos hacernos los ingenuos y preguntarles a los guardias armados que a dónde nos dirigimos, pero es gastar saliva inútilmente. Lo sabemos perfectamente. En el exterior una suave lluvia cae con constancia, mojando sin llegar a empapar. Empezamos entonces la procesión más oscura que pudiera imaginar. Tras salir de la zona de edificios, nos movemos por un camino de tierra, recto, que se abre paso a través de una espantosa cuadrícula formada por montículos de tierra de planta rectangular,todos del mismo tamaño, un par de metros de ancho y unos cuantos metros de largo. Una cuadrícula que se extiende decenas, cientos de metros a los lados. No puedo dejar de mirar espantado a mi alrededor. Mientras, siento la mano de ella apretándome fuerte la mía, transmitiéndome el mismo horror y angustia que ya hay en mi interior. Finalmente los montículos dejan paso a oscuros agujeros excavados en la tierra, de las mismas dimensiones, pero con un metro aproximadamente de profundidad. Las excavadoras se afanan a no mucha distancia en sacar y meter tierra de diferentes agujeros. Hasta que por fin nos desvían hacia uno de ellos, donde nos está esperando un oficial, quieto, como una estatua. Los soldados nos colocan hombro con hombro de espaldas al agujero, y a su vez se colocan frente a nosotros, fusil en ristre. Después de unos segundos de silencio, el Oficial empieza a decir unas palabras, seguramente una fórmula protocolaria repetida ya decenas de veces, sobre la razón de lo que va a suceder en unos instantes. Poco me importa ya, lo único que me interesa es la mujer que se encuentra a mi lado. Me vuelvo hacia ella, ella se vuelve hacia mi. En la oscuridad nos estrecharnos de nuevo la mano. “Es el fin, me temo. ¿Estás triste?”. “Sí, pero no sólo eso. También siento calma y paz en mi interior, ya que vas a ser tú lo último que vea, y no se me ocurre ninguna imagen mejor que llevarme a la muerte.” “¿Entonces, puedo decirte ya que te quiero?” “Puedes, puesto que yo también te quiero”. Ya no nos decimos más con la voz, el resto nos lo decimos con los ojos. Mientras, el Oficial ha terminado su letanía. Es la señal que esperan los soldados para levantar sus armas hacia nosotros. Un resplandor y un estruendo llenan la oscuridad.


Un resplandor y un estruendo llenan la oscuridad, despertándome de un inquieto sueño. La tormenta está estallando sobre la ciudad y el viento entra por la ventana abierta a la noche de verano, agitando las cortinas. Por suerte parece que Maribel no se ha despertado. Con sigilo me acerco a la cuna de las gemelas. Parece que duermen plácidamente. Voy a la cocina a beber un vaso de agua. Mientras, observo la tormenta. No tardo mucho en acordarme de lo que ocurre, allí, en mi tierra, a miles de kilométricos del pequeño apartamento. Bueno, hace 8 años que ya no es mi tierra, desde que salí con mi mujer huyendo de allí, de nuestro pasado. Me duele, claro, pero no siento ese país como mío. O a lo mejor es una excusa que me pongo porque soy un cobarde. Pero no, es aquí donde tengo que estar, cuidando a mi familia. Por favor, que se acabe esto de una vez.

miércoles, 31 de agosto de 2011

El futbolín de Neruda



"... entró al local dispuesto a convertir en vino la propina del poeta, cuando lo invadió una embriaguez mas cabal que la que ningún mosto le había provocado en su breve vida: jugando con los oxidados muñecos azules, se encontraba la muchacha mas hermosa que recordara haber visto, incluidas actrices, acomodadoras de cine, peluqueras, colegialas, turistas y vendedoras de discos. Aunque su ansiedad por las chicas equivalía casi a su timidez -situación que lo cocinaba en frustraciones- esta vez avanzo hasta la mesa de taca-taca con la osadía de la inconsciencia. Se detuvo detrás del arquero rojo, disimulo con perfecta ineficiencia su fascinación acompañando con ojos saltarines los vaivenes de la pelota, y cuando la chica hizo tronar el metal de la valla con un gol, levantó la vista hacia ella con la sonrisa mas seductora que pudo improvisar. Ella respondió a tal cordialidad con un gesto conminándolo a que se hiciera cargo de la delantera del equipo rival. Mario casi no había advertido que la muchacha jugaba contra una amiga, y solo se dio cuenta cuando la golpeó con la cadera desplazándola hacia la defensa. Pocas veces en su vida había notado que tenia un corazón tan violento. La sangre le bombeaba con tal vigor, que se paso la mano por el pecho tratando de apaciguarlo. Entonces ella golpeó el blanco balón en el canto de la mesa, hizo el gesto de llevarlo hasta el otrora circulo central, desteñido por las décadas, y, cuando Mario se dispuso a maniobrar sus barras para impresionarla con la destreza de sus muñecas, la muchacha levanto la pelota y se la puso entre medio de unos dientes que brillaron en ese humilde patio, sugiriéndole una lluvia de plata. Enseguida adelantó su torso ceñido en una blusa dos números mas pequeños de lo que exigían sus persuasivos senos, y lo invitó a que cogiera el balón de su boca. Indeciso entre la humillación y la hipnosis, el cartero alzo vacilante la mano derecha, y, cuando sus dedos estuvieron a punto de tocar el balón, la chica se apartó y la sonrisa irónica dejo su brazo suspendido en el aire, como en un ridículo brindis para festejar sin vaso y sin champagne un amor que jamas se concretaría. Luego balanceó su cuerpo camino al bar, y sus piernas parecieron ir bailando al compás de una música mas sinuosa que la ofrecida por Los Ramblers. Mario no tuvo necesidad de un espejo para adivinar que su rostro estaría rojo y húmedo. La otra muchacha se ubicó en el puesto abandonado y, con un severo golpe del balón sobre el marco, quiso despertarlo de su trance. Mustio, el cartero alzó la vista desde la pelota hasta los ojos de su nuevo rival, y, aunque se había definido frente al océano Pacifico como inepto para comparaciones y metáforas, se dijo con rabia que el juego propuesto por esa pálida pueblerina sería a) más fome que bailar con la hermana, b) más aburrido que domingo sin fútbol y c) tan entretenido como carrera de caracoles.

Sin dedicarle ni una pestañeada de despedida, siguió el rumbo de su adorada hacia el mesón del bar, se derrumbó sobre una silla como en una butaca de cine y durante largos minutos la contemplé extasiado, mientras la chica echaba su aliento en las rústicas copas y luego las frotaba con trapo bordado de copihues, hasta dejarlas impecables."

Fragmento extraído de Ardiente Paciencia, o como el Pueblo ha acabado por denominar a la novela: "El Cartero de Neruda" o "El cartero (y Pablo Neruda)", de Antonio Skármeta. Una razón más para jugar al Futbolín, si es que necesitase alguna más.

jueves, 11 de agosto de 2011

Otro día de Verano

Otro día de Verano.
Compruebo las noticias. Neruda sigue muerto.
En cambio, mucha gente que merece morir sigue viva.
El mundo es injusto. Me vuelvo a la cama .


martes, 26 de julio de 2011

EL CUADRO


EL CUADRO es El Nacimiento de Venus de Boticelli.

Maldigo mil y una vez el día que recorriendo Europa con el interrail en el 2002, di con mis huesos en la siempre vetusta Florencia, y llevado por no sé qué estúpida razón, preferimos saltarnos la más que obligatoria visita a la Galería Uffizi. (No fue el único error entonces. También llegué tarde a la Capilla Sixtina y la Basílica de San Marcos de Venecia)

No sé si Boticelli era gay o un mujeriego, allá en la Florencia del siglo XV, pero desde luego lo que sí está claro es que admiraba hasta el éxtasis la belleza y el espíritu de la mujer. Que admiraba su belleza queda patente en la representación pura y tierna de la figura de Venus, perfectamente contrastada con los cabellos salvajes y de color ardiente que la envuelve. Incluso se puede observar un vientre ligeramente abultado, como queriendo expresar la fuerza de la feminidad en la creación y continuidad de la vida, esas cosas que tanto gustaba a los renacentistas. Sin olvidar el gesto pudoroso, claro, que tanto enternece la imagen.

Pero además del desnudo terrenal para representar a la Diosa, hay algo que me fascina por encima de ello, y es la captación de la mirada que posee el rostro. Una mezcla entre melancolía y ausencia que no consigo recordar en ningún retrato artístico excepto éste, pero sí en las mujeres de las que me acabo enamorando. Por eso cuando miro este cuadro no sólo veo fuerza, pasión o belleza, veo la mujer de mi pasado, mi presente y mi futuro, cualquiera que sea. Me gusta imaginar que así fue para el propio Sandro, y que la consecución de este retrato fuera el retratar a la mujer de la que estaba enamorado. Si así fuera me da envidia esa hipotética capacidad de poder retratar al objeto de sus desvelos.

En cuanto al resto del cuadro, a la izquierda aparecen los dioses dándole dinamismo mediante el viento que empuja la concha sobre la que va situada la imagen central. La profundidad del paisaje marítimo. A la derecha, el movimiento de protección y cariño de la otra figura importante del cuadro, la diosa Primavera, congelada en pleno acto maternal. Todo ello es una hermosa y completa cobertura de Venus, objeto principal de la escena.

También ayuda que sea El Cuadro que, a pesar de las miríadas de representaciones religiosas que existen en el arte, este cuadro represente una escena absolutamente pagana y para lo que era la época, irreverente para el siempre oscuro y tradicionalista cristianismo que ha condicionado la Historia (del Arte y la otra), lo cual hace que simpatice con el motivo.

No sé mucho de Arte, más bien casi nada, y presiento que he dicho alguna estupidez referente al tema. Espero que nadie se fije mucho en esto, pues sólo quería aquí expresar mis sentimientos y admiración por esta Obra. Tan solo deseo que alguna vez la vida me vuelva a arrastrar hasta Florencia y entonces nada habrá que me impida ensimismarme con esta explosión de belleza que tanto admiro.
Para aquel que se vea interesado por esta Obra Maestra, pues aquí tiene el artículo de la Wikipedia, más serio y formal que mis delirios: http://es.wikipedia.org/wiki/El_nacimiento_de_Venus

jueves, 21 de julio de 2011

LA PELÍCULA







"Ya sabes, vivo como Robinson Crusoe, náufrago entre 8
millones de personas. Entonces, un día vi una huella en la
arena, y allí estabas"

LA PELÍCULA es "El Apartamento", de Billy Wilder.

Siempre creí que era imposible (es más, una falta de respeto al inmenso mundo del cine), situar una Obra por encima de las demás. De un mundo maravilloso no se puede destacar qué es lo más maravilloso de todo. Pero a lo largo de los últimos años el resto de las películas han ido quedándose atrás respecto a una, que es ésta sobre la que divago en estos momentos.

Hacía mucho tiempo que no la veía. De hecho, sólo la había visto una vez, y puede que la tuviera mitificada. Pero no. La acabo de ver, y es tal y cómo la almacenaba en mi memoria. En los primeros minutos de metraje ya me sentí totalmente absorbido por la estela de melancolía y comicidad del Protagonista CC Buxter "Buddy", interpretado por uno de los mejores actores que jamás el cine ha parido, Jack Lemmon. Porque a este personajillo, un cualquiera entre los cualquieras, necesita que alguien le salve de esa vida tan normal. Y aunque tenga que prestarle las llaves de su pequeño Apartamento de soltero a sus jefes para que se lleven a los ligues a cambio de un ascenso que parece que nunca llega, la cosa no es tan grave. Y no lo es porque todos los días puede disfrutar de la fugaz compañía de esa mujer que le ilumina el día, protagonizada por Shirley McLaine. Más allá de su sutil hermosura que brilla con luz propia, regala una interpretación de melancolía que junto a la de Buddy, hace que la química entre ambos sea tan explosiva. Pero al igual que nos sucede a los cualquieras, lo que nos es querido pasa de lejano a inalcanzable en un segundo, tan rápido como se rompe un espejo. Con estos ingredientes y unos pocos más, se van sucediendo las esperanzas, desilusiones, tristezas y alegrías de estos personajes, culpables y víctimas todos ellos de las circunstancias en las que se ven mezclados, regalando por el camino una historia de amor que nos suena, sí, quizás porque su base sea la misma que otras películas o libros, quizá porque alguna vez la hemos soñado, o quizá, si hemos tenido suerte ¿Buena o mala? alguna vez la hemos vivido.

Por eso esta es mi película favorita. Porque habla de un cualquiera que aunque la vida le trate a palos, aunque le restriegue su falta de fortuna por la cara, y aunque le arranque la esperanza, él consigue mantener la dignidad. Puede entonces que la vida no sea tan miserable como parece, y finalmente -después de tantos golpes- dejes de sentirte un cualquiera porque ya has encontrado a alguien que te ha convertido en especial.

Cuando allá en 1994 Fernando Trueba ganó el Oscar y dio las gracias a Billy Wilder - http://www.youtube.com/watch?v=tI1vm2lX__c - , yo era demasiado joven para saber quien era esa persona a la que que estaba tan agradecido. Pero ahora, al igual que Trueba entonces, tengo que agradecerle, quitándome el sombrero, el haber hecho tantas películas maravillosas en general, y El Apartamento en particular. Thank you Mr. Wilder.